Nunca voy a
encontrar las palabras adecuadas para poder describirla a ella, principalmente
porque no existen ni existirán palabras tan divinas que logren medianamente
hacerle justicia a esa preciosura de gordita. Fue ella la mujer mas maravillosa
que por lo menos para mi ha pisado la tierra, o al menos mi mundo y logró darle
tres vueltas.
Me enseñó todos y cada uno de los principios que poseo, me enseñó que en realidad existe hermosura en el universo y a saber apreciar esa belleza, que la vida siempre es linda a pesar de todos los problemas que se puedan tener encima y que la risa es la mejor medicina y en realidad engorda o al menos esa era la excusa que siempre sacaba, la suya era sumamente contagiosa y su sentido del humor tan intacto como admirable, una sonrisa de ella se le pegaba a cualquiera. Era solo cuestión de verle la cara para que mis problemas automáticamente desaparecieran, me enseñó que no hay edad para sentirse como el mas feliz de los niños, para maravillarse en cada hora de cada día con las cosas mas cotidianas, para encontrarle una magia fantástica a cada cosa y disfrutar del mas pequeño detalle, sus ocurrencias eran únicas y yo gozaba con cada una, me enseñó una cantidad de canciones de cuyas letras espero nunca poder olvidarme y que de vez en cuando me sorprendo cantando en voz baja en memoria suya, que un abrazo era más que suficiente para arreglarme un mal día, que una siestecita a su lado era lo único que lograba quitarme el mal genio, era ella quien se levantaba a las cuatro de la mañana a hacerme el chocolate con la mejor de las sonrisas y todo el amor del mundo porque solo el que hacia ella era el que me gustaba, era ella la única que lograba aguantarme sin perder la paciencia, todo lo contrario, disfrutaba de mi compañía y yo de la de ella como de la de nadie, era mi adoración y yo la niña de sus ojos, no hubiese preferido llenar mis horas de otra manera que pasándolas a su lado y sigo añorando poder hacerlo cuando la soledad no quiere dejarme tranquila, jugábamos de todo lo habido y por haber, hablábamos por horas, ella me contaba las historias de cuando era chiquita, su anécdota de cuando le recitó al arzobispo, me hablaba de todo un poco y yo era feliz por el solo hecho de poder escuchar su voz, escuchaba sus historias con toda la atención que tenía. Yo le hablaba del colegio, de estupideces diarias que en esos tiempos me parecían sumamente importantes y ella me escuchaba con toda la atención del mundo, nunca nadie me hizo sentir mas escuchada ni mas importante, esa mujer era especial de los pies a la cabeza, cada gesto, cada palabra rebosaba de una dulzura, de una alegría, de un amor difícil de describir que compartía con todo el que la viera. Una gordita mas agraciada y mas carismática que Josefina Betancur la verdad dudo que existiera, nadie le llega ni a los talones a esa hermosura de mujer que tanto significó y significa en mi vida. Parece como si hubiera sido ayer que aun me estaba riendo a su lado, caminando por la finca muertas de la risa, comiendo lengüitas en la casa, regando las matas o recorriendo la unidad entera en busca de estas para que plantara en la casa y yo era feliz caminando a su lado, siempre me sentí segura si la tenía a ella, hablando hasta por los codos en las siestas sin dejar dormir al tío fonso por la bulla, nadando en el mar mientras nos tratábamos de acordar de todas las letras de esas canciones que tanto solían cantar, viéndola empacar cualquier cosita para llevarle al tío fonso para que el pobre niño no se muriera de hambre, oyéndola contar todos esos chistes que siempre contaba y con los que todos nos moriríamos de la risa por el solo hecho de que se reía como una loca mientras los contaba, toda ella era maravillosa y me enseñó infinidades de cosas que si me pongo a mencionar no termino jamás, todo me lo enseño de una manera excelente y mi mayor dicha sería poder ser como ella, tener tanta alegría y tantas ganas de vivir, disfrutar con todo, reírme en cada oportunidad, asombrarme con cada cosa por mas pequeña que sea, llegar a su edad así como ella, sin arrepentimientos, llena de alegría, dispuesta a disfrutar lo mejor posible esos años sería mi mayor dicha.
Un primero de junio se fue de mi vida sin darme la mínima oportunidad de una despedida, no saben todo lo que hubiera dado por haberla tenido, un último abrazo, una última mirada, un último concejo, una última sonrisa, un último minuto a su lado me habría bastado a cambio de la certeza de no poder volver a verla, pero no puedo quedarme hundida en arrepentimientos, prefiero recordarla llena de vida, muerta de risa, reviviendo en mi memoria todos esos momentos tan excepcionales y espectaculares que viví a su lado, toda la alegría que sin esfuerzo alguno logró proporcionarme, su dulzura tan natural, su sabiduría de vieja, su carisma tan inmenso.
Me enseñó todos y cada uno de los principios que poseo, me enseñó que en realidad existe hermosura en el universo y a saber apreciar esa belleza, que la vida siempre es linda a pesar de todos los problemas que se puedan tener encima y que la risa es la mejor medicina y en realidad engorda o al menos esa era la excusa que siempre sacaba, la suya era sumamente contagiosa y su sentido del humor tan intacto como admirable, una sonrisa de ella se le pegaba a cualquiera. Era solo cuestión de verle la cara para que mis problemas automáticamente desaparecieran, me enseñó que no hay edad para sentirse como el mas feliz de los niños, para maravillarse en cada hora de cada día con las cosas mas cotidianas, para encontrarle una magia fantástica a cada cosa y disfrutar del mas pequeño detalle, sus ocurrencias eran únicas y yo gozaba con cada una, me enseñó una cantidad de canciones de cuyas letras espero nunca poder olvidarme y que de vez en cuando me sorprendo cantando en voz baja en memoria suya, que un abrazo era más que suficiente para arreglarme un mal día, que una siestecita a su lado era lo único que lograba quitarme el mal genio, era ella quien se levantaba a las cuatro de la mañana a hacerme el chocolate con la mejor de las sonrisas y todo el amor del mundo porque solo el que hacia ella era el que me gustaba, era ella la única que lograba aguantarme sin perder la paciencia, todo lo contrario, disfrutaba de mi compañía y yo de la de ella como de la de nadie, era mi adoración y yo la niña de sus ojos, no hubiese preferido llenar mis horas de otra manera que pasándolas a su lado y sigo añorando poder hacerlo cuando la soledad no quiere dejarme tranquila, jugábamos de todo lo habido y por haber, hablábamos por horas, ella me contaba las historias de cuando era chiquita, su anécdota de cuando le recitó al arzobispo, me hablaba de todo un poco y yo era feliz por el solo hecho de poder escuchar su voz, escuchaba sus historias con toda la atención que tenía. Yo le hablaba del colegio, de estupideces diarias que en esos tiempos me parecían sumamente importantes y ella me escuchaba con toda la atención del mundo, nunca nadie me hizo sentir mas escuchada ni mas importante, esa mujer era especial de los pies a la cabeza, cada gesto, cada palabra rebosaba de una dulzura, de una alegría, de un amor difícil de describir que compartía con todo el que la viera. Una gordita mas agraciada y mas carismática que Josefina Betancur la verdad dudo que existiera, nadie le llega ni a los talones a esa hermosura de mujer que tanto significó y significa en mi vida. Parece como si hubiera sido ayer que aun me estaba riendo a su lado, caminando por la finca muertas de la risa, comiendo lengüitas en la casa, regando las matas o recorriendo la unidad entera en busca de estas para que plantara en la casa y yo era feliz caminando a su lado, siempre me sentí segura si la tenía a ella, hablando hasta por los codos en las siestas sin dejar dormir al tío fonso por la bulla, nadando en el mar mientras nos tratábamos de acordar de todas las letras de esas canciones que tanto solían cantar, viéndola empacar cualquier cosita para llevarle al tío fonso para que el pobre niño no se muriera de hambre, oyéndola contar todos esos chistes que siempre contaba y con los que todos nos moriríamos de la risa por el solo hecho de que se reía como una loca mientras los contaba, toda ella era maravillosa y me enseñó infinidades de cosas que si me pongo a mencionar no termino jamás, todo me lo enseño de una manera excelente y mi mayor dicha sería poder ser como ella, tener tanta alegría y tantas ganas de vivir, disfrutar con todo, reírme en cada oportunidad, asombrarme con cada cosa por mas pequeña que sea, llegar a su edad así como ella, sin arrepentimientos, llena de alegría, dispuesta a disfrutar lo mejor posible esos años sería mi mayor dicha.
Un primero de junio se fue de mi vida sin darme la mínima oportunidad de una despedida, no saben todo lo que hubiera dado por haberla tenido, un último abrazo, una última mirada, un último concejo, una última sonrisa, un último minuto a su lado me habría bastado a cambio de la certeza de no poder volver a verla, pero no puedo quedarme hundida en arrepentimientos, prefiero recordarla llena de vida, muerta de risa, reviviendo en mi memoria todos esos momentos tan excepcionales y espectaculares que viví a su lado, toda la alegría que sin esfuerzo alguno logró proporcionarme, su dulzura tan natural, su sabiduría de vieja, su carisma tan inmenso.
Te amo, con la misma fuerza que lo hacía hace ya tres años y con la que siempre te voy a amar el resto de la vida.
conmovedor post a tu abuela
ResponderEliminarvale yo tambien extraño a mi abuela asi que unamonos y llevemos este dolor juntos de ya tenerla a nuestro lado.
ResponderEliminarte amo hermana no sanguinea jaja